top of page
colorful-abstract-nebula-space-background_edited_edited.png

Guía definitiva de clasificación de criptoactivos


 
Tabla de Contenidos
 

La entrada de la nueva regulación europea MiCA (Markets in Crypto-Assets) ha devuelto una enorme atención al mercado de los criptoactivos y ha abierto un nuevo debate sobre cómo los reguladores entienden y clasifican estos activos digitales y cómo influirán sus decisiones en los usuarios de la Web 3.0.


Aprovechando esta oportunidad, hemos considerado que es un momento excelente para entender todos los tipos de criptoactivos que existen, en qué se diferencian, cómo suelen fallar algunas de las clasificaciones que se hacen popularmente y dónde creemos que los reguladores se han quedado a medias. No te lo pierdas, esta clasificación te ayudará a estar al día de la tecnología que se está filtrando por todas las áreas de la sociedad. ¡Vamos a ello!


Imagen: Freepik



Si bien se trata de un asunto que ha ido mejorando con el paso del tiempo, aún existe un amplio número de individuos que tienden a confundir o utilizar definiciones genéricas para englobar tecnologías muy heterogéneas. La palabra ‘criptomonedas’ es, sin duda, aquella que más ha calado en nuestra sociedad y se tiende a utilizar para designar a todos o casi todos los activos digitales.


Para hacer una clasificación de calidad y ordenada de los activos digitales, tenemos que distinguir los tres grupos existentes:


1. Criptoactivos: cuando queremos referirnos a cualquier instrumento financiero, materia prima, divisa, inmueble, etc. de manera general, usamos la palabra “activo”. Por otra parte, estamos seguros de que nadie utiliza la palabra “moneda” para hacer referencia a este tipo de bienes. ¿Por qué complicar las cosas al hablar de activos digitales?


El término “criptoactivo” es aquel que abarca a todos los activos digitales y el que, erróneamente, suele sustituirse por “criptomoneda”. Un criptoactivo no solo abarca las criptomonedas, sino también a las acciones de empresas tokenizadas, el dinero electrónico basado en blockchain, las monedas estables o stablecoins, los activos inmobiliarios tokenizados, los tokens no fungibles de arte digital, etc.


2. Criptomonedas: el segundo grupo por orden de relevancia son las criptomonedas, que se corresponden con los activos digitales nativos de una blockchain. Puesto que “nativo” hace referencia al nacimiento u origen de algo, un activo nativo a una blockchain es aquel que nace con la misma. En blockchains públicas como la de Bitcoin o Ethereum, los activos nativos de bitcoin y ether, respectivamente, son aquellos cuyo valor económico y utilidad dan sustento y generan los incentivos necesarios para el funcionamiento de la red. Una blockchain pública puede sobrevivir sin tokens (que veremos a continuación), pero no puede existir sin criptomonedas, pues estas son un elemento fundamental y necesario del diseño de dichos sistemas. Además, las criptomonedas se caracterizan por no tener un emisor, sino que su circulante depende del modelo y los parámetros de diseño del protocolo blockchain y la interacción de los participantes.


La palabra “criptomonedas” describe correctamente este tipo de activos, sin embargo, a nosotros no nos gusta esta definición por la confusión que causa. Las monedas son instrumentos de cambio. Ahora bien, pensemos en las dos criptomonedas más populares:


  • bitcoin es la criptomoneda nativa de la blockchain de Bitcoin. Su propósito, como describe el paper publicado por Satoshi Nakamoto, es el de “dinero electrónico peer-to-peer”. Es decir, sí podemos percibirlo como una moneda digital, pues su propósito es servir como medio de pago alternativo y además no tiene una función alternativa (en teoría).


  • ether es la criptomoneda nativa de la blockchain de Ethereum. Aquí aparecen los primeros problemas, pues ether no tiene este mismo propósito. De hecho, ether es un activo empleado para cubrir los costes de computación de las transacciones y los smart contracts. Es como la “gasolina de la computación”. Cuando realizamos una transacción en la red de Ethereum, la computación necesaria para ejecutarla se mide en unidades denominadas gas, un segundo activo virtual que, en castellano, se traduce literalmente como “combustible”. La cantidad de gas requerido para realizar la transacción se paga en ether, según su valor en el mercado con respecto a este último.


Dado que las monedas se caracterizan por servir como unidad de cambio y ser aceptadas por una comunidad o conjunto de personas, esta palabra no describe con precisión el propósito de activos como ether, que están diseñados concretamente para recompensar a los nodos que realizan la computación por sus servicios. Que el ether haya adquirido un cierto valor y sea admitido por un grupo de individuos como medio de intercambio, no lo hace una moneda.


Desde nuestra perspectiva, una buena manera de clasificar activos como el ether y otros similares subyacentes a una plataforma blockchain, es lo que en inglés se denomina commodity, equivalente a las materias primas como el oro, el petróleo o el trigo. En tanto que el petróleo es un bien material que posteriormente permite el funcionamiento de objetos físicos (vehículos, maquinaria, etc.), el ether y otros similares son bienes digitales que permiten el funcionamiento de objetos virtuales (smart contracts). A pesar de ello y por ceñirnos a una manera aceptada, usaremos “criptomonedas” para hablar de todo activo nativo a una blockchain, incluyendo el ether.


3. Tokens: el último grupo relevante en la clasificación, son los tokens. Estos, a diferencia de las criptomonedas, no son nativos a una blockchain, pues se deben crear con posterioridad al origen de esta y para ello se utilizan los smart contracts. Cualquier token de los que podemos encontrar en la actualidad en el mercado de los criptoactivos, es simplemente un trozo de código lanzado y almacenado en una blockchain. Dicho código establece cuántas unidades existen, quién es propietario de qué cantidad y qué funciones se pueden realizar. Por si aún no te has percatado, un token no es más que un número en una base de datos. Cualquiera puede crear un token en menos de 5 minutos con una cierta base de conocimientos técnicos, por ello hay cientos de miles de tokens diferentes lanzados en la blockchain.


Sin embargo, de la misma manera que si en Archivist decidimos declarar que, a partir de ahora, las piedras azules serán un activo de valor a nivel mundial, la creación de un token por sí sola es insignificante y no le otorga ningún valor. Es por ello que detrás de un token siempre debe existir un valor o un derecho de respaldo que le otorgue propiedades valiosas a su propietario, de lo contrario, no posees más que bits en un registro distribuido en varios ordenadores repartidos por el mundo.


Los tokens son muy diferentes de las criptomonedas, no solo en que los primeros son programas informáticos (smart contracts), sino también en que sí disponen de un emisor único. Las siguientes clasificaciones nos ayudarán a entender cómo puede diseñarse un token para que cumpla con propiedades muy diversas, por ejemplo, la centralización o la fungibilidad. Aunque un token exista en una blockchain pública, este no es un motivo para considerarlo descentralizado. De hecho, desde un punto de vista regulatorio, encontraremos que la gran mayoría de estos deberán estar controlados por una entidad.





Clasificación de tokens

Entendida la clasificación más importante de los criptoactivos, veamos en detalle algunas maneras importantes de clasificar los tokens, pues estos son los más numerosos y los que, sin duda, más dificultad van a generar en su uso y regulación.


La fungibilidad es una propiedad de aquellos bienes que son indistinguibles de otros del mismo carácter. Por ejemplo, si alguien saca dos billetes de 50 euros del bolsillo y te da uno, en ningún momento te pararás a pensar “vaya, ojalá me hubiese dado el otro”. Dado que dos billetes de 50 euros tienen el mismo valor y no pueden distinguirse el uno del otro, se dice que son fungibles. Esto no es así cuando hablamos de dos cuadros o de dos inmuebles, pues no existen dos idénticos. Incluso si se construyesen dos casas exactamente iguales una frente a la otra, no podrían considerarse como fungibles, pues la orientación respecto del sol o los vecinos serían factores suficientes para que un comprador se decantase por una u otra sin echarlo a cara o cruz.


Con los tokens sucede lo mismo, existen tokens fungibles, cuyo smart contract no distingue unos de otros y tokens no fungibles, que tienen un identificador único y es posible atribuir a cada uno de ellos propiedades especiales o únicas. Usar un tipo u otro depende del uso que queremos darle al token, por ejemplo:


  • Tokens fungibles. Son apropiados cuando no existe diferencia alguna en la funcionalidad, el valor económico, los derechos de respaldo, los elementos gráficos o de otro carácter vinculados, o un conjunto de los anteriores. Cualquier token debe poseer las mismas propiedades y otorgar los mismos derechos o valor a su propietario. El dinero electrónico, las participaciones de una sociedad, los tokens de un inmueble fraccionado, etc. son algunos casos en los que no es necesario hacer una distinción entre tokens.



Cabe decir que existen tokens híbridos, cuyos smart contracts permiten la emisión de tokens fungibles y no fungibles de manera simultánea. Esto podría ser interesante en aplicaciones en las que se puede encontrar un valor en disponer de numerosos tipos de tokens al mismo tiempo. Por ejemplo, esto permitiría tokenizar un inmueble mediante el fraccionamiento de los derechos económicos con tokens fungibles y, al mismo tiempo, crear tokens no fungibles asociados a contratos u otro tipo de documentos.


La regulación MiCA nos cogió por sorpresa al declarar que los tokens no fungibles serían tratados como fungibles, cuando se tratase de colecciones de múltiples unidades. Aunque hay cierto argumento a favor de este planteamiento desde una perspectiva de pragmatismo y comodidad regulatoria, se trata de un desacierto significativo. Aquí las causas:


1. Los tokens no fungibles tienen distintas propiedades y pueden (y en muchos casos así es) representar derechos o valores diferentes, ya sea por el valor que el mercado les otorga o, mucho más importante aún, porque dicho derecho o valor subyacente tiene un valor distinto, ya sea para un único usuario o para todos ellos.


2. Una de las propiedades de los activos fungibles es que carecen de trazabilidad. El billete de 50 euros que recientemente recibiste, desconoces si estuvo en manos de un criminal o del rey de Inglaterra. Esta es una propiedad que se aplica igualmente a los criptoactivos fungibles. Si un criminal decide enviar unas criptomonedas robadas a un pool de liquidez y extraer de nuevo la misma cantidad, resulta imposible determinar “qué monedas exactamente” fueron las robadas. Con los no fungibles, esto no es así, pues la trazabilidad e identidad de cada token único es perfectamente visible y transparente.


Esto nos hace preguntarnos si los reguladores han dedicado el tiempo y los recursos suficientes a comprender las implicaciones de no hacer un tratamiento y categorización rigurosos de los activos regulados.


Con frecuencia habrás escuchado hablar de tokens ERC-20 y ERC-721. Los estándares ERC, de los que hemos hablado en posts anteriores, facilitan la tarea de los desarrolladores y protegen a los usuarios con soluciones bien probadas y seguras. Además de evitar el error de “reinventar la rueda” en el que caemos a veces, los estándares son de suma importancia para generar interoperabilidad entre activos digitales y aplicaciones, algo que representa uno de los pilares fundamentales de la tecnología blockchain y el concepto de la Web 3.0. Podemos clasificar los tokens también según su estándar:


  • ERC-20: es el estándar por excelencia de los tokens fungibles

  • ERC-721: es el estándar por excelencia de los tokens no fungibles

  • ERC-1155: es el estándar por excelencia de los tokens híbridos (fungibles y no fungibles


Aunque existen numerosas variaciones sobre estos estándares, orientados a casos de uso mucho más específicos, estos tres representan los estándares más utilizados en la industria y suelen tomarse como referencia. En todos estos casos, los estándares establecen las reglas que gobiernan dichos tokens, así como almacenan y organizan la información necesaria para su monitorización. Por ejemplo, definen quién posee qué y en qué cantidad, cómo se transfiere un token, cuál es el circulante máximo, cómo se llama el token, etc. Clasificar un token por sus estándares es de suma importancia porque ello determina la interoperabilidad con otros tokens de la misma naturaleza, la compatibilidad con aplicaciones blockchain, la funcionalidad que poseen y su nivel de seguridad, entre otros.


Otra clasificación importante relativa a los tokens tiene que ver con su función o propósito. No entraremos a detallarlas todas, pues muchas serán conocidas y además existe un número incalculable de casos de uso diferentes. Por poner algunos ejemplos, un token puede diseñarse para servir como elemento de pago, puede servir como recompensa o canjeable al realizar acciones en una comunidad, puede tener funciones de gobernanza o de voto, puede utilizarse con propósitos de inversión para recibir algún tipo de renta, puede servir como unidad de intercambio o comercio en un videojuego, etc.


Las numerosas blockchains que existen hoy en día son otra buena base para la clasificación de tokens. Aunque los tokens son programas informáticos, las prestaciones de la blockchain en la que se lanzan dichos programas se transfieren de manera idéntica a estos. Veamos un par de ejemplos:


  • Una primera blockchain tiene una capacidad de 20.000 TPS (transacciones por segundo) y un tiempo de finalización de bloque de 0,5 segundos (se crea un nuevo bloque cada medio segundo), pero su seguridad es baja (debido a su centralización por el bajo número de nodos). Las transacciones que se realicen con los tokens lanzados en esta blockchain tendrán estas mismas prestaciones, procesándose prácticamente de inmediato, pero existiendo mayores riesgo de seguridad.


  • Otra blockchain realiza 50 TPS y crea un nuevo bloque cada 10 segundos, sin embargo, está altamente descentralizada, lo que la hace más segura. Si lanzamos un token en esta blockchain, como sus prestaciones se heredan, nos llevará más tiempo completar transacciones, la experiencia tendrá mucha más fricción y será menos agradable para el usuario. En contrapartida, existirán mayores garantías de seguridad.


Los ejemplos anteriores ilustran que la blockchain empleada es una manera de clasificar tokens porque define las prestaciones técnicas que dichos tokens, necesariamente, heredarán al ser lanzados en la misma.


Un malentendido general que suele existir entre aquellos con menos experiencia en el mundo de los criptoactivos o el desarrollo técnico de los mismos es que todos los tokens son descentralizados. El pensamiento lógico es: “si lanzo un token a la blockchain y la blockchain está descentralizada, entonces el token también lo está”.


Bien, aquí intervienen conceptos técnicos muy diversos. En primer lugar, el smart contract desplegado en la blockchain está, por supuesto, descentralizado en el sentido de su almacenamiento. Una copia de este smart contract existe en todos y cada uno de los dispositivos que mantienen la red, por tanto, nadie tiene la capacidad para alterarlo ni manipularlo. Por otra parte, hay que recordar que un smart contract es un programa informático y que, en consecuencia, puede ser programado de cualquier modo. Por ejemplo, un token puede establecer reglas para que, en caso de que algún propietario cometa una determinada acción, sus tokens puedan ser retirados de su cartera. Esto, claro está, no es descentralización.


Muchos nuevos inversores entran al mercado de los criptoactivos sin comprender que gran parte de estos no están descentralizados, pues su código se ha escrito con reglas que permiten un control absoluto o parcial de dicho token por parte de su creador. De hecho, desde un enfoque regulatorio, conviene asumir que la gran mayoría de los tokens (legales) estarán centralizados de algún modo. Partiendo de la base de que todos los smart contracts están, por defecto, descentralizados en su almacenamiento, la clasificación del nivel de centralización o descentralización se hace tomando como indicador el grado de control que el emisor de dicho token tiene sobre el mismo:


  • Totalmente centralizado: es un token en el que el emisor tiene capacidades plenas. Por ejemplo, puede retirar los tokens de tu cartera, destruirlos o transferírselos a otros usuarios, así como modificar propiedades habilitando o deshabilitando ciertas funciones.


  • Totalmente descentralizado: es un token que, una vez el emisor ha desplegado en la blockchain, escapa por completo a su control y tanto su gestión como emisión son una función de la interacción de los propietarios, eventos externos al smart contract como la creación de nuevos bloques o el transcurso de un periodo temporal, la variación en la cotización respecto de alguna divisa, etc. Estos tokens se caracterizan por ser complejos de diseñar y por requerir modelos económicos avanzados.


  • Intermedio. la realidad es que la centralización es un espectro enormemente amplio, pues el control por parte del emisor puede existir de muchas maneras y en ámbitos muy diferentes. Por ejemplo, la creación de nuevos tokens puede estar gobernada por el emisor, pero este no tener control sobre los tokens de los propietarios. Esto hace que exista centralización en unos aspectos, pero descentralización en otros, por ello, no sería apropiado utilizar una de estas dos palabras para clasificar rigurosamente un token. La amplia mayoría de los tokens se encuentran en la escala de los grises de la centralización y muy pocos se encuentran en los extremos blanco o negro.




Hasta ahora, hemos clasificado los criptoactivos en criptomonedas y tokens y hemos visto que existe una enorme variedad de formas de clasificar estos últimos. Sin embargo, la forma habitual de agrupar los distintos tipos de tokens es algo más compleja y abstracta. En este caso, la clasificación es importante desde un enfoque regulatorio, debido a las implicaciones que estos tokens tienen para sus propietarios y a su semejanza con respecto a activos tradicionales similares.

  • Security. Los security tokens son tokens vinculados o representativos de valores financieros. Por ejemplo, un token que representa la acción de una empresa, un préstamo participativo o un fondo de inversión, son ejemplos de instrumentos financieros que pueden tokenizarse, es decir, representarse mediante un token. Los security tokens conllevan una regulación más estricta porque son considerados del mismo modo que los activos de los mercados de valores y, por tanto, existe legislación específica destinada a la protección de los inversores, la prevención del blanqueo de capitales o la financiación del terrorismo, etc. El Reglamento MiCA no regula estos activos, sino que caen bajo el paraguas de una directiva europea denominada MiFID II, responsable de regular los mercados de instrumentos financieros.


  • Utility. Los utility tokens son tokens que, como su nombre indica, están asociados a una utilidad, como puede ser un derecho de voto en una comunidad, el acceso a ventajas o características especiales, la entrada en eventos o conferencias, etc. Este tipo de tokens se utiliza como ficha de desbloqueo a ciertos derechos y servicios, pero no implican (o no deben implicar) un interés económico directo por parte del propietario. En este caso, MiCA sí regula este tipo de tokens y en su definición añade que este servicio debe ser proporcionado únicamente por el emisor del token.


  • E-Money. Este es el nombre que MiCA otorga a los tokens de dinero electrónico, es decir, cuyo propósito exclusivo es servir como medio de pago. Además, tal y como establece este Reglamento, estos tokens conservan un valor estable referenciado a una divisa oficial. Un matiz importante se halla en que debe ser un activo referenciado (no incluye, por tanto, una moneda digital cuyo tipo de cambio sea flotante) y que dicha referencia debe ser a una única moneda, que además debe ser oficial. Como curiosidad, Bitcoin es una moneda oficial en un estado, El Salvador (en República Centroafricana abandonó dicho estatus este 2023).


  • Referenciados a activos. Esta clase de tokens llega directamente del reglamento MiCA. La diferencia que presenta frente a las anteriores es que, además de no servir con propósito de dinero electrónico, se halla referenciada a otro tipo de valores o derechos, incluyendo una o varias divisas oficiales. Por tanto, en este grupo de tokens podríamos encontrarlos referenciados a materias primas como el oro, una bolsa de criptoactivos, dos divisas oficiales o un conjunto de los anteriores, por poner algunos ejemplos.


  • Stablecoin. Ampliamente populares y aquellas que han traído el DeFi a un enorme número de personas, las stablecoins son tokens que conservan su valor estable con respecto de divisas fiduciarias como el dólar o el euro, o bien de otros activos. Si bien las stablecoins caen dentro de la definición de MiCA de e-Money tokens o bien de tokens referenciados a activos, nos gusta separarlas porque representan una clase en sí mismas. Las monedas estables estabilizan su valor por medios diversos mecanismos. Pueden conservar su valor mediante activos de respaldo como divisas, bonos de deuda corporativa o del estado, etc. que se utilizan para compensar la oferta y la demanda. También existen intentos de monedas estables algorítmicas, que se basan en la creación y destrucción de circulante de dichos tokens, así como de otro token o criptomoneda de respaldo, de manera que la segunda es capaz de mantener estable el valor de la primera.


  • CBDC (Central Bank Digital Currency). Las CBDCs son criptomonedas o tokens emitidas por bancos centrales con el fin de sustituir las tradicionales divisas fiduciarias por una versión equivalente con nuevas prestaciones tecnológicas. Esta es una categoría de criptoactivos muy diferente de las anteriores, pero que debemos conocer en detalle, pues es altamente probable que lleguen a la sociedad en los próximos años e impacten significativamente la manera en que las personas utilizamos el dinero. Actualmente existen 11 CBDCs ya en funcionamiento, entre ellas en Nigeria, Jamaica o Bahamas. Otras 50 se hallan en su versión de prueba o desarrollo y 40 adicionales, aproximadamente, están siendo investigadas. Por supuesto, el Euro Digital es una realidad cada vez más próxima y es algo que tanto Europa como sus estados miembro están estudiando en profundidad.








Conclusión

Navegar por el mundo de los criptoactivos y conocer en detalle todos los tipos y clasificaciones no es tarea fácil, sin embargo, es muy importante si pretendemos tener una experiencia segura y comenzar a familiarizarnos con la ola tecnológica que se aproxima cada vez con más velocidad y fuerza hacia las costas de nuestra sociedad. En futuros posts, abordaremos algunos de los debates más clásicos a los que solemos enfrentarnos como, por ejemplo, los criterios de distinción de los security y los utility tokens, y te daremos herramientas muy útiles para ello.


Si te ha gustado este post y te ha parecido útil, ¡suscríbete y déjanos un comentario sobre algún tema que te gustaría leer en nuestro blog!

Entradas recientes

Ver todo
colorful-abstract-nebula-space-background_edited_edited_edited.png
bottom of page