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Los grandes retos pasados, presentes y futuros de la tecnología blockchain


 
Tabla de Contenidos
 

Como empresa dedicada exclusivamente al sector blockchain, Archivist afronta constantemente retos en la implementación de productos y servicios basados en tecnología blockchain, desde la perspectiva tecnológica, pero especialmente desde los ámbitos sociales y legales. Si una cosa consideramos como cierta, no es si se logrará o no superar estos retos, sino más bien cómo y cuándo.


En este blog, hablaremos sobre lo que la historia nos ha enseñado acerca de la evolución y los grandes cambios tecnológicos, los retos que el sector blockchain ha logrado superar o está superando en tiempo real y los retos aún por afrontar, que serán el mayor objeto de atención de empresas, como Archivist, dedicadas exclusivamente a trabajar esta tecnología y extraer de ella todo el potencial único que encierra.



Imagen: Pinterest



Lecciones de la historia

Cuando pensamos en la tecnología blockchain, en Archivist nos gusta usar una analogía con las carreteras y vías públicas. La blockchain es una infraestructura. Del mismo modo que las carreteras hacen posible el uso de infinidad de otras tecnologías y aplicaciones, la blockchain habilita un nuevo universo de aplicaciones y usos nunca vistos. Sin las carreteras, podríamos tener los coches más sofisticados y estos no tendrían ninguna utilidad. Podríamos tener los mejores bienes de consumo, pero no tener cómo transportarlos. Podríamos tener las ciudades más hermosas y no poder visitarlas. En definitiva, hay un número incalculable de tecnologías y realidades que hoy son posibles gracias a la infraestructura que soporta todo, las carreteras.


Y hablando de carreteras, vamos a hacer un pequeño repaso de lo que sucedió en Reino Unido cuando aparecieron los primeros vehículos motorizados. Seguro que esto nos enseña algo sobre qué está ocurriendo hoy con la tecnología blockchain.


Los primeros coches

A mediados del 1800 comienza a extenderse el vehículo motorizado o de propulsión mecánica en el Oeste de Europa, primero con motores de vapor y poco después con combustibles líquidos. Uno de los países que, desde el comienzo de la industria del automóvil demostró su competencia fue Reino Unido. En el año 1861 y posteriormente en 1865 se aprueban dos leyes muy significativas en dicho país bajo el nombre de Locomotive Acts (o Leyes de Locomoción), con el objetivo de regular la circulación de vehículos motorizados por las vías públicas.


Antes de continuar, debemos comprender el contexto en el cual surge esta tecnología y la mencionada legislación. En la gran mayoría de naciones desarrolladas, el principal medio de transporte aún consistía en carruajes tirados por caballos y mulas. Como es de esperar, la infraestructura estaba “preparada” para esta tecnología. Por supuesto, no había carriles de adelantamiento, señales de limitación de velocidad o marcas de ceda el paso. Simplemente, los carruajes se desplazaban por caminos de tierra o piedra, mejor o peor dispuestos. Cuando surge algo tan innovador y disruptivo como un vehículo autopropulsado, no es de extrañar que todo sean problemas, principalmente como consecuencia de dos factores:


1. El desconocimiento y la incertidumbre, que generalmente provocan temor y rechazo. Ni los reguladores ni las personas que comenzaban a ver aparatos ruidosos moverse solos por las calles pueden ser culpados de su escepticismo inicial.


2. La falta de adaptación de las infraestructuras a la nueva tecnología. Ni las vías de piedra, ni la falta de normas viales, ni la convivencia del vehículo a motor con los caballos son compatibles con esta nueva tecnología.


En este contexto, los Locomotive Acts imponen las siguientes obligaciones para los vehículos motorizados. Muy atento a esto, porque es digno de película de los hermanos Marx:


· La velocidad máxima fuera de la ciudad se limitaba a 6 km/h

· La velocidad máxima en ciudad se limitaba a 3 km/h

· Todo vehículo debía ir tripulado por 3 personas: el conductor, el fogonero (responsable del repostaje) y el portador de la bandera roja. Este último era un hombre a pie, que debía situarse a poco menos de 60 metros delante del vehículo y caminar con una bandera roja alzada, alertando a los jinetes de caballos y peatones de la llegada de un vehículo a motor.



Imagen: Engole


Esta ley fue bautizada también como Red Flag Act o Ley de la Bandera Roja, haciendo referencia al tercer rol de la tripulación de los vehículos durante esta época. ¿Imaginas esta situación? La tecnología que después supondría un cambio para la humanidad tardó años en ser aceptada como la conocemos hoy. Primero, en términos de mentalidad social, permitiendo a las personas comprender que la tecnología no llegaba para empeorar sus vidas, sino para hacerlas más fáciles. Segundo, desde un punto de vista de infraestructura, adaptando las vías a las nuevas necesidades, con el asfalto, la señalización, etc. Finalmente, en materia de regulación, interiorizando que no se trata de que la tecnología se adapte a la legislación vigente (pues esta última puede quedar obsoleta de la noche a la mañana), sino de buscar maneras seguras y coherentes de que la legislación garantice el uso óptimo de la tecnología.


Incertidumbre, desconocimiento y falta de adaptación de las infraestructuras previas a las nuevas tecnología. ¿Te suena de algo? Si no tenemos vehículos circulando de manera autónoma por las calles a día de hoy, puedes apostar a que las causas son las mismas. Y no, no es que los coches en su origen fuesen infalibles y los autónomos lo opuesto. El riesgo siempre existe, pero es parte de la evolución.


Historias como esta han ocurrido desde los orígenes de la sociedad, acentuándose en la era de la digitalización, en la que los efectos de la tecnología se magnifican exponencialmente. Es por esto que, cuando pensamos en la tecnología blockchain, no nos planteamos si será una realidad del día a día o no, sino qué camino seguiremos para lograrlo.


Retos superados

Si bien diferentes iteraciones de tecnologías similares a la blockchain tuvieron lugar décadas atrás, siempre tomamos como casilla de salida el lanzamiento del protocolo de Bitcoin. Desde entonces y hasta el día de hoy, los casos de uso que se han hallado con el uso de esta tecnología nos dan una idea de que puede (y en buena medida ya lo está haciendo) cambiarlo todo. La primera prueba de ello fue la que se considera la primera compra de un bien real con BTC, pagándose dos pizzas por un valor de 10.000 BTC (hoy equivalente a 230.000.000 euros).


Sin embargo, claro está, no podemos esperar que la compra electrónica de pizzas sea un caso disruptor que vaya a suponer un gran cambio en nuestra sociedad. Por eso, en esta sección, vamos a ver algunos de los hitos que la tecnología blockchain ha logrado en su camino hacia la adopción.


Abstracción del valor

La primera prueba del algodón, como decimos en España, fue alcanzar un consenso global en el valor de un activo digital como el Bitcoin o el Ether. Durante sus primeros 10 años de vida, los criptoactivos eran calificados de “inexistentes”, “sin valor intrínseco”, “inútiles”, “esquemas piramidales” y una larga retahíla de atributos despectivos por una gran mayoría que, quizás, como con la aparición de los coches y la Locomotive Act, deberían aportarnos cierta reminiscencia y no servir como foco para el juicio, sino para la comprensión de este temor e incertidumbre frente al cambio. Este temor ha sido y es, aún a día de hoy, aunque en dosis mucho menores, compartido por gobiernos, reguladores, bancos y personas, en relación a los criptoactivos.


Sin embargo, la educación y el esfuerzo de aquellos que confían y construyen esta tecnología nos ha hecho comprender que los criptoactivos, exactamente como el dinero fiduciario (nuestros euros), representan una abstracción del valor. Esto quiere decir que no tienen un valor por su forma o material, sino que se les asigna colectivamente un valor por consenso. Así, los humanos hemos pasado del trueque, al intercambio de objetos extraños, piedras y metales preciosos, billetes de papel y finalmente tarjetas de crédito. Entendemos que los bits digitales que se transmiten cuando pagamos con tarjeta no tienen un equivalente físico, nuestro banco no envía un paquete con billetes en un furgón de Prosegur al banco del destinatario, sino que simplemente se actualizan dos números en una base de datos digital. Es más, nuestro banco no tiene nuestro dinero físicamente, de modo que parece poco apropiado hablar del carácter inmaterial de los criptoactivos.


La prueba de la comprensión del valor está superada, pues los criptoactivos y las criptodivisas no solo sirven como forma de pago en un amplio rango de lugares en el mundo, incluyendo comercios físicos, productos y servicios de empresas de todos los sectores, sino que aparecen con una naturalidad creciente en diversos ámbitos de la sociedad en los que, especialmente las nuevas generaciones, se sienten más cómodas gestionando con libertad sus bienes que delegándolos en instituciones que poco ofrecen a sus nuevas necesidades y estilos de vida.


Prueba de utilidad

Otorgado un valor y aceptado que es posible asignar un valor equiparable a un token con respecto a una moneda fiduciaria, una pieza de arte o un derecho sobre un bien, lo siguiente que debe lograrse es la prueba de que los usos y utilidades derivados de la tecnología mejoran de algún modo la preexistente. Demostrar que los vehículos motorizados no solo sirven para transportar personas, sino que habilitan sectores como el transporte comercial, la logística, el turismo, la competición automovilística, etc. es lo que hace que merezca la pena modificar todas las infraestructuras viales o la legislación. Es un proceso lento pero continuo de cambio.


Además de su capacidad para representar el valor digital, la blockchain ha introducido nuevos paradigmas en la manera en que las personas nos relacionamos con los sistemas digitales. La blockchain se ha hecho un hueco en la gestión de la información en empresas, instituciones financieras y consorcios de todas ellas. Se ha convertido en una solución verdaderamente disruptora en la gestión de cadenas de valor, proporcionando trazabilidad y transparencia en todos los procesos y operaciones. Está permitiendo aportar liquidez, eficiencia y acceso universal al sector de inversión inmobiliaria gracias a la tokenización. Está otorgando la oportunidad a artistas y creadores de toda índole a crear productos digitales y comercializarlos. Está logrando evitar la falsificación y la duplicidad de documentos de carácter único como certificados, tickets, etc. Está democratizando la generación de energía con la creación de comunidades energéticas inteligentes, los certificados tokenizados de energía renovable o los puntos de carga inteligentes de vehículos eléctricos. En nuestro blog sobre casos de uso hablamos de algunos de estos ejemplos con mucho más detalle.


La lista de aplicaciones y áreas de adopción es interminable y en Archivist somos conscientes de que es en un régimen diario en el que esta tecnología avanza, se desarrolla y evoluciona hacia nuevas e innovadoras formas de creación de valor. La prueba de utilidad para la tecnología blockchain está superada con matrícula de honor y aún no hemos visto más que el comienzo.


Aceptación institucional

La realidad de nuestra sociedad es que las tecnologías acceden verdaderamente a la lanzadera cuando las instituciones comienzan a adoptarla y a ofrecerla como parte de sus productos y servicios. Esto es así porque cualquier desarrollo tecnológico conlleva una gran inversión y persigue siempre un retorno económico por aquellos que la ponen a disposición de la sociedad, de modo que solo si existe la posibilidad de explotar y comercializar una tecnología, se le destinan los recursos necesarios para ponerla en las manos del cliente o usuario final.


En nuestro viaje por el sector blockchain y contacto permanente con empresas tecnológicas (y otras no tanto) hemos aprendido que una gran mayoría ya han puesto su primer pie, con el objeto de tantear el terreno. Especialmente desde el año 2020, prácticamente la totalidad de grandes empresas cotizadas han desarrollado productos en blockchain o realizado proyectos piloto. Son pocos los grandes bancos que a día de hoy no ofrecen productos y servicios financieros basados en blockchain o no han anunciado su intención de hacerlo, o bien que están utilizando redes alternativas como la de Ripple para la transferencia eficiente de valor. Los gobiernos de EEUU, China, India, Canadá, Australia, Japón, Arabia Saudí, Reino Unido, Francia, Suecia, Suiza, España y así hasta conformar una lista de más de 100 países han lanzado o se encuentran en fase de desarrollo de CBDCs o Central Bank Digital Currencies (Divisas Digitales de Banco Central), que pronto veremos empezar a funcionar, primero en entornos controlados y progresivamente de forma oficial.


Alternativa a sistemas financieros tradicionales

La última gran realidad que mencionaremos y cuyo impacto a día de hoy en numerosas partes del mundo es muy significativo, es la solución alternativa a los sistemas financieros tradicionales. Especialmente en países donde los sistemas financieros se caracterizan por su falta de transparencia, corrupción y políticas monetarias pobres, la blockchain ha entrado de lleno para resolver un problema de gran magnitud. Por mencionar algunos ejemplos, Argentina cerraba el año 2022 con una tasa de inflación próxima al 100%, seguida de Turquía con alrededor de un 80%. Esto, por supuesto, sin contar los casos conocidos por todos de Venezuela o Zimbabue, donde las cifras alcanzan valores de entre el 150 y el 200%. Incluso en regiones del Este europeo, tasas de inflación por encima del 20% se han visto con frecuencia, potenciadas por la crisis de la guerra en Ucrania.


Como te imaginarás, la posibilidad de ahorro de los habitantes de estos países es prácticamente nula, devaluándose su moneda a un ritmo que ni siquiera la inversión en tokens digitales con caras de perro japonés es capaz de salvar. Los criptoactivos y, especialmente Bitcoin, han dado a estas personas la oportunidad de refugiarse en activos con acceso y valor universal, independientes de los sistemas financieros de sus respectivos países. Esto es algo que solo la blockchain permite y que, como ya hemos visto en los últimos dos años, está siendo una realidad para un gran número de personas.



Retos presentes y futuros

Leyendo lo anterior, uno podría pensar que todos los objetivos están cumplidos, que el camino se encuentra allanado para introducir blockchain en todos los sectores y ámbitos de la sociedad. Lejos de ser cierta esta afirmación, la realidad es que nos encontramos aún a medio camino y que aún son muchos y complejos los retos pendientes. Veamos cuales son los grandes hitos por conquistar y en qué áreas las empresas como Archivist tendrán que trabajar con determinación y paciencia.


Regulación y legalidad

Si uno pregunta a cualquier participante del sector blockchain sobre cuál es el principal obstáculo o reto actual, sin duda la palabra “regulación” aparecerá con brevedad. Según el informe Investing in Digital Assets publicado por KPMG en octubre de 2022, el 83% de los Family Offices y particulares de elevado patrimonio entrevistados apuntaban como mayor preocupación la falta de claridad regulatoria. La realidad es que, tanto si se trata de protocolos descentralizados, tokens no fungibles, stablecoins o inmuebles tokenizados, a día de hoy no existe una regulación clara en la gran mayoría de países. Esto implica que, evitando caer en el inmovilismo y frenar el desarrollo, las empresas emprendedoras se ven en la obligación de trabajar primero y pedir permiso después, tratando de demostrar el potencial y ventajas únicas que la tecnología puede aportar.


Algunos países como Suiza han decidido ponerse a la vanguardia en materia de regulación y crear entornos en los que experimentar con la tecnología, demostrando la ventaja competitiva y la innovación que son capaces de desplegar. En EEUU, estados como el de Wyoming y Florida han mostrado políticas muy favorables para el desarrollo y la adopción de la tecnología. En el marco de la Unión Europea, el nuevo Régimen Piloto DLT (Distributed Ledger Technology o Tecnología de Registro Distribuido), que entrará en vigor en marzo de 2023, proporcionará un sandbox o marco controlado que posibilitará el desarrollo y la innovación en el ámbito blockchain, especialmente en asuntos de tokenización e instrumentos financieros. En España, tanto el Banco de España como la Comisión Nacional del Mercado de Valores se están mostrando proactivos y se encuentran abiertos a conversación, habiéndose puesto en marcha recientemente un primer proyecto para la implementación del euro digital y un sandbox financiero para proyectos de tokenización.


Los últimos inputs que hemos recibido desde diversos frentes son muy positivos y parece que tanto la UE como España se encuentran en los caminos para favorecer la adopción controlada y segura de las tecnologías DLT y los diferentes activos que se derivan de estas. Sin embargo, aún existe un largo camino para garantizar que la regulación de la gran mayoría de países cubre legalmente y proporciona claridad a empresas y usuarios.


Escalabilidad global

Otro aspecto clave en la lista to-do de la tecnología está relacionado con la escalabilidad. La escalabilidad es la propiedad de un sistema que permite que este siga funcionando en condiciones normales incluso si el número de usuarios se incrementa. Este es un factor crítico, pues de ser una tecnología utilizada a nivel mundial, no es suficiente con que pequeño grupos de usuarios la utilicen con éxito, sino que debe soportar incrementos de órdenes de magnitud en el número de usuarios, sin verse afectada. El caso de Ethereum, la plataforma para smart contracts más popular y extendida, es el ejemplo de que una única blockchain difícilmente es capaz de gestionar el tráfico de centenares de aplicaciones y millones de usuarios de forma simultánea, alcanzando grandes congestiones de red traducidas en costes de utilización desorbitados.


A raíz de estos problemas, nuevos protocolos han emergido con altas capacidades de procesamiento de transacciones, llegando a alcanzar valores próximos a lo que una plataforma global requeriría. Sin embargo, no debemos olvidar el trilema de escalabilidad, teoría aún no invalidada propuesta por Vitalik Buterin y que no debería tomarse a la ligera.


El uso de unas redes u otras vendrá determinado por el caso de uso y las necesidades de cada aplicación y cliente, sin embargo, es imprudente considerar que protocolos altamente escalables y significativamente centralizados poseen la seguridad y las garantías de protocolos bien establecidos como el de Bitcoin o Ethereum. Por supuesto, la interoperabilidad entre protocolos y las soluciones de escalabilidad de segunda capa, tarde o temprano, resolverán este problema. Sin embargo y, mientras tanto, es de suma importancia no ignorar los principios de los sistemas distribuidos, que han probado su validez de manera consistente. En los próximos años, veremos nuevas tecnologías que proporcionarán soluciones al problema de la escalabilidad. En la actualidad, los Zero Knowledge-Rollups parecen ofrecer uno de los medios más prometedores de escalar los protocolos y sin sacrificar en seguridad.


Educación social

Una de las líneas de Archivist se encuentra en la oferta de programas de formación a medida, pues creemos que la educación es la llave que abre todas las puertas. Esta no solo es importante para hacer un buen uso de las herramientas DeFi y aprovechar las ventajas que nos ofrece la Web 3.0, sino que representa la solución frente a la incertidumbre y el miedo que mencionábamos previamente. Es importante que los ciudadanos de a pie no perciban todos los criptoactivos como “eso del Bitcoin” y que comprendan que los smart contracts son una herramienta que ha venido para hacer de sus datos y sus activos infinitamente más seguros, valiosos y versátiles.


Por supuesto, este es un cambio progresivo, que viene de la mano de experiencias de usuario e interfaces simplificadas cada vez más amigables, además de un crecimiento de casos de uso, productos y servicios ofrecidos en actividades cotidianas y recursos educativos de calidad. Como con toda tecnología, la adopción se contagia desde los más curiosos y diestros en el ámbito tecnológico, a aquellos que lo son menos.


“No” al cambio de mentalidad

Si llevas tiempo investigando e incluso participando activamente en la Web 3.0, estamos seguros de que te habrás cruzado con la siguiente imagen.




A menudo, los creadores de contenido y medios digitales utilizan esta ilustración para demostrar la superioridad de la Web 3.0. Mientras que la primera web nos daba acceso a muy poca funcionalidad y enormemente dispersa, la Web 2.0 nos permite ceder nuestros datos a una o varias empresas para verificarnos en las diferentes plataformas. La Web 3.0, por otra parte, nos permite conectarnos e identificarnos en toda la web con tan solo 1 click y sin tener que ceder nuestros datos a nadie. Asombroso, ¿verdad?


En Archivist somos algo “enemigos” de esta imagen y su narrativa; te explicamos por qué. Si algo nos enseña la historia es que es muy mala idea pretender que sea el ser humano quien se adapte a la tecnología, en lugar de a la inversa. Por ello, los productos de éxito son, en la mayoría de casos, intuitivos y coherentes con los hábitos de las personas en el momento en que se lanzan. Es por esto por lo que Apple, en su primer iPad, tenía una aplicación por defecto de agenda de contactos con una textura aparente de piel y páginas de papel. O una estantería de madera para mostrarte los libros y revistas que tenías a disposición. También es la causa por la cual, aun a día de hoy, seguimos utilizando sistemas de carpetas en nuestros ordenadores para organizar nuestros archivos. A esta técnica se le denomina esqueumorfismo y, tan rara como suena, es fundamental para facilitar la transición entre tecnologías muy diferentes.


Pretender que cualquier persona comprenda que su dinero ya no se encuentra en un banco, sino que se halla “flotando” en una red de ordenadores, que solo puede acceder con una lista de palabras en inglés y que, si pierde sus claves o sus fondos, no tiene un servicio de atención al cliente, es una insensatez. Las personas tienen que adaptarse a la tecnología, pero de forma muy progresiva y sencilla. Si les supone un gran esfuerzo, probablemente esa tecnología esté avocada al fracaso. Por ello, en Archivist somos partidarios de favorecer grandes cambios de infraestructura (parte no visible) que potencien las ventajas únicas de la tecnología blockchain, con el mínimo cambio de experiencia para el usuario (parte visible).


Interoperabilidad entre redes

Por último, si consideramos que diferentes plataformas blockchain coexistirán para aportar especialización y escalabilidad, y es así como nosotros percibimos que sucederá, es crítico que se desarrollen canales de comunicación que hagan de todos estos sistemas una red superior fundada en la interoperabilidad. Esto, que es muy distinto de lo que hoy en día tenemos, no implica la capacidad para desplegar aplicaciones en diferentes plataformas y ecosistemas, sino en la posibilidad de que cualquier activo emitido tenga el mismo valor y compatibilidad en todas (o en la mayoría) las redes existentes. La interoperabilidad es una de las mejores aliadas de la escalabilidad y la utilidad de la Web 3.0.



Conclusión

Si has llegado hasta aquí, seas o no un experto en blockchain, tendrás una buena imagen panorámica del roadmap de la tecnología, entendiendo los retos que hemos ido superando y aquellos que representan los siguientes frentes. Sin duda, esta tecnología se halla en su mejor momento, en el punto de inflexión entre los early adopters o usuarios tempranos y las primeras mayorías. Ser partícipe de este cambio es una fortuna, de la que te recomendamos que formes parte. Si te ha gustado este post, ¡déjanos un comentario y cuéntanos qué más barreras relevantes crees que quedan por superar!

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